6/13/2007

UN POEMA DE REOS DEL TIEMPO, 2005


Para Diana Suástegui

La frialdad hace más amargo el café
y en el último sorbo nuestro dolor
cae en la taza hasta emigrar, reos del tiempo.
Las calles adquieren el matiz de los días nublados y sin decir nada, somos asesinos por amor propio.
Ninguno da marcha atrás, otro intento y la muerte.

Recorremos el cansancio.

Derrotas lapidan el ayer hasta ser agua.
Los videntes esperan indulto
en una ciudad infectada por el fango.
Caminamos avenidas en busca de respuestas,
el por qué la sequedad inundó el deseo
y nos hizo cómplices de aquellos que añoran llegadas con el ruido de las rieles.

No hay sofismas sólo ardor en boca de un tragafuegos
que inhala permanencia y empieza a morir.
El aire va a la desnudez impuesta por el engaño.
Todo se pierde.
Relojes giran a la inversa, los cristales simulan tedio.
Nuestro destino, el abandono,

sórdida despedida que se impregna al asfalto
para no diluirse entre el insomnio de los perdedores.

Retomamos el inicio.

La lluvia nos impulsa a beber un café más,
un rincón del centro nos cobija
mientras el aroma a cafeína es más tibio que nuestras lágrimas.
Ilustración: Juan Soriano

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