MARIA Y EL CICLOPE
A María Cen
María, niña-sirena añoras la visita de incendiarios Prometeos. Tus manos hilvanan el sargazo. He aquí, a tu cíclope entre infieles. Acantilados retienen atavismos. Existen nereidas que sólo miran horizontes, no futuros. Beben hasta el cansancio, hasta morirse de tanto repetirse y desprender la nostalgia de sus labios mientras tú concibes otros universos.
Este océano es banal al recorrerlo. La sal prolonga agonías en concubinato con evasivos universos. Conoces los orígenes; la pleamar guarda en su regazo un posible significado, una respuesta. Los peces deshacen Atlántidas con feroces desengaños, sus escamas guardan el alfabeto de tu cuerpo, a veces marea, agua, nada.
No hay barcas, ni galeones para ir a otras ínsulas, quedas a mi lado, doncella mutilada y doliente, con miedo de mirarse a los espejos.. María, mujer-medusa, viaja a la bahía de los instintos. Explora exequias de un territorio, huyes a la bahía de las deidades para erguirte emperatriz de los próximos estíos.
A María Cen
María, niña-sirena añoras la visita de incendiarios Prometeos. Tus manos hilvanan el sargazo. He aquí, a tu cíclope entre infieles. Acantilados retienen atavismos. Existen nereidas que sólo miran horizontes, no futuros. Beben hasta el cansancio, hasta morirse de tanto repetirse y desprender la nostalgia de sus labios mientras tú concibes otros universos.
Este océano es banal al recorrerlo. La sal prolonga agonías en concubinato con evasivos universos. Conoces los orígenes; la pleamar guarda en su regazo un posible significado, una respuesta. Los peces deshacen Atlántidas con feroces desengaños, sus escamas guardan el alfabeto de tu cuerpo, a veces marea, agua, nada.
No hay barcas, ni galeones para ir a otras ínsulas, quedas a mi lado, doncella mutilada y doliente, con miedo de mirarse a los espejos.. María, mujer-medusa, viaja a la bahía de los instintos. Explora exequias de un territorio, huyes a la bahía de las deidades para erguirte emperatriz de los próximos estíos.
Ilustración: René Magritte
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